El resultado es un ron armónico y natural, libre de aditivos, que recupera experiencias lejanas. A la vista tiene un color dorado y brillante, y en nariz recuerda a la vainilla y al toffee cremoso. Ya en boca, su cuerpo denso es inicialmente dulce, pero después se torna tostado y seco, sensual herencia del envejecimiento en barricas de bourbon.
Y si el contenido es genuino, no lo es menos el continente. La botella Virgin Gorda presenta un diseño solemne y elegante que combina una apariencia barroca con las seductoras ondulaciones de su cuello. El resultado es una botella única, exclusiva, reconocible. Su etiqueta, con motivos náuticos y fantásticos no es sino la antesala de lo que guarda en su interior.